Bien se sabe que el consumo excesivo de alcohol, ingerido por largo
tiempo, llega a destruir el hígado, un órgano esencial para mantener la
salud y la vida. Si bien se conocen desde hace mucho tiempo los efectos
destructivos del alcohol sobre el tejido hepático, hasta ahora no se
conocían los mecanismos por los cuales se producía dicho daño. Sólo
recientemente éstos se han comenzado a aclarar, al descubrirse que las
células hepáticas, al desprenderse del alcohol.
El exceso de alcohol en forma continuada (más de cinco a seis tragos
diarios), llega a desarrollar una hepatitis alcohólica, que en función
del tiempo lleva a una acumulación de tejido fibroso, que termina por
endurecer el hígado y producir una "cirrosis hepática". Todo el proceso
es silencioso e indoloro, ya que en el tejido hepático no hay nervios.
Por ello, es habitual que el daño se hace evidente sólo cuando las
lesiones ya son irreparables. Ello ocurre cuando el hígado no puede
funcionar normalmente y aparecen los síntomas de insuficiencia hepática.
En una primera etapa, cuando se bebe alcohol durante algunas semanas,
comienza a depositarse grasa en el interior de las células del hígado.
Hasta ese momento no se puede afirmar que exista un verdadero daño, ya
que si se deja de beber, las células vuelven a limpiarse sin dejar
huellas del proceso. Pero si se continúa, llega un momento en que el
hígado repentinamente se inflama, produciéndose lo que se ha llamado
"hepatitis alcohólica"
No hay comentarios:
Publicar un comentario